S.S.C.C. Valparaíso
"Cuándo se le puede tomar el gustito a la felicidad digo yo?"
Es que parece que nunca somos realmente nosotros con lo que tenemos y seguimos mirando más allá. Puede ser también la maldita manía de no formular aquel pensamiento que ronda en la obscura caverna de los sesos. Me aterra hasta escribir aquello que se muy bien que me falta o que quiero tener pero que siempre me parece poco prudente pedir. ¿Acaso el riesgo es la maldita pared que nos hace dudar, que nos limita la fe queriendo no pensar en aquello que realmente queremos con anhelo? El miedo a dañar y ser parte del dolor de otros, ser la causa misma de aquello por lo que hemos peleado. Pasar a ser ese mismo enemigo imbécil al que nos quisimos enfrentar alguna vez . Un espejo en eso no me quiero convertir nunca de nuevo.
Hace unos días atrás fuimos al muelle Barón con unos amigos y me dediqué a atraer la nostalgia que me causan los días de lluvia en el puerto y de alguna manera resultó. Llegué a la casa con el único propósito de desaparecer. De escuchar a Faure y perderme en los acordes de una pavana por ejemplo, no se. Es lo que más odio esas ganas de querer estar siempre solo odiando tanto la misma soledad. Pero es que no conozco de soledad. Siempre tengo a alguien seguro por eso me doy el lujo de despreciar su compañía. ¿Pero quién soy yo para despreciar la compañía de alguien amable si tal vez es esa la única manera de compensar la gratitud?
Será que necesito libros de Poe? ¿O tal vez un paseo en el campo? Si! eso me hace falta, un campo lleno de árboles de invierno, un paseo a una casa humilde, caliente y abatida por la soledad del canto bello de los pájaros que no se oyen en el gris murmullo ensordecedor de una ciudad. Necesito tal vez mojarme con las gotas de un invierno maldito. Ya se ! necesito estar alejado por una o dos horas por lo menos de todo el mundo, pero contigo. Que los dos seamos cómplices de nuestro propio escape de la tierra. Y después de eso volver a ser testigos de nuestro mundo que nos aterra y nos jode la vida, solo para saber que sentimos después de desaparecer, casi como oliendo el libro por última vez antes de dejarlo en el baúl.
Saben? ya no tengo miedo a formular nada en mi cabeza, por lo menos en los sueños se puede ser felíz sin que te pese la conciencia