miércoles, 6 de febrero de 2008

Tecnolatria






Hacia una vertiginosa caida nos llevan las consecuencias de los actos màs miserables. Pero no se entienda miserable como lo alejado completamente de la moral, si no lo referente a lo falto de intensidad con lo que se vive cada cosa. Y es que muchas veces el pudor que los demàs nos infunden se contrasta sublimemente con esos propios antagonistas de nuestros deseos. Anhelamos probar pero nos es dificil porque, aunque inocentemente creamos la idea contraria, somos esclavos de la opinión del resto y lo que el resto cree lo proyectamos a nuestros miedos. A veces nos mentimos a nosotros mismos tratando de crear alguna fortaleza de cristal para que nadie note nuestros secretos, nuestro ocultos placeres o los vicios que exacerban el libido intimo y a la larga estos se hacen dueños de nuestros pensamientos y nos creamos vicios y adicciones malditas que nos corroen, no de manera negativa si no de manera esclavizante.

Lo unico que hace esclavo al hombre en el mundo es el dogma, la adicciòn es una manera de dogma. La clave es no sentir culpa de lo que hacemos si no que valorarlo, en un sentido generico. Si es positivo o negativo para nosotros mismos, esa es una manera objetiva de analizar lo que estamos moralmente llamados a hacer. No mentirnos, tambien es otra respuesta, sobretodo porque a veces es bueno aceptar los matices con nosotros mismos y no jugar al engaño... quizás eso termina siendo mas nocivo que cualquier droga.

Lo màs importante en este juego es aceptar los segundos y vivirlos intensamente. Un minuto en un semaforo se hace eterno pero sosteniendo un beso con la punta de la lengua o a una muejer con la yema de tus dedos se hace tan volàtiles que hasta da miedo que el tiempo pase tan ràpido para no olvidar. Mientras menos informaciòn entra por minuto, màs recuerdos que conservar para nuestro cerebro; si en un minuto pasa la vida frente a tus ojos, quizas no hay tiempo ni para poder reaccionar y detenerla del vestido.